martes, 25 de noviembre de 2025

Carta abierta a los Bad Boys & Goin’ to Work

A quienes todavía miramos el futuro de los Detroit Pistons con algo más que frustración.

A quienes, incluso en la duda, seguimos sintiendo ese latido tenue que dice que algo se está construyendo bajo la superficie…

A veces cuesta, lo sé. Vivimos en una época que lo quiere todo ya. Una época donde la paciencia no solo es rara: es vista como debilidad. La NBA, reflejo perfecto de este mundo acelerado, se mueve en ciclos frenéticos de éxito y fracaso. Si no ganas hoy, ya eres descartable mañana. Si no das resultados inmediatos, ya eres un proyecto fallido. Si no brillas desde el primer día, ya no sirves.

Los aficionados de los Detroit Pistons saben que lo que vale la pena tarda.

Detroit sabe que construir algo real no siempre es bonito.

No siempre es rápido.
No siempre es fácil.
A veces es silencio.
A veces es dolor.
A veces es perder antes de poder ganar.

Y nadie encarna mejor esa verdad que este núcleo joven de los Pistons.

Hace dos años atravesaron un desierto que habría fracturado a casi cualquier jugador y a cualquier equipo, 28 derrotas consecutivas. Veintiocho. Una racha que no era solo un número en una clasificación: era una sombra. Era levantarse cada mañana con las dudas del mundo entero pesando en los hombros. Era escuchar que no eran lo suficientemente buenos, que el proyecto no tenía futuro, que la franquicia estaba rota sin posibilidad de reparación.

Una racha que se sintió como un invierno sin fin. Un invierno donde no había sol, ni victorias, ni consuelo. Muchos pensaron que ahí terminaba todo. Que no había nada que rescatar. Que aquel núcleo joven no tenía carácter, ni temple, ni futuro. Y sin embargo… Aquí están.

No se quebraron.
No abandonaron.
No se escondieron.
No huyeron cuando hubiera sido fácil pedir un traspaso, señalar culpables o rendirse al ruido.
Eligieron el camino más difícil: crecer en la tormenta.

Y hoy, en un giro casi poético —uno de esos giros que solo la NBA y la vida pueden ofrecer—, ese mismo grupo que vivió 28 derrotas seguidas está firmando 13 victorias consecutivas. No para humillar a nadie, no para callar bocas, sino para demostrar algo mucho más importante:

Que las cicatrices no son señales de fragilidad. Son señales de aprendizaje. De resistencia. De vida. Si te caes, te levantas. Si te vuelves a caer, te vuelves a levantar.

Y uno no puede evitar verlo:

Este resurgir no es casual.
No es suerte.
No es moda.

Este renacer es el reflejo de algo mayor, algo que va más allá de un marcador, de una racha o de una alineación. Es un eco directo de la ciudad que representan: la Detroit que cayó, ardió, se desangró… pero nunca dejó de pelear.

Y estos Pistons —este núcleo joven, criticado, cuestionado, subestimado— están empezando a escribir una historia paralela: una historia de resurgimiento, paciencia y carácter. Una historia que pide tiempo, no atajos. Trabajo, no ilusiones vacías. Futuro, no soluciones de pánico.

Porque lo que está brotando ahora en Detroit no es un destello: es un fuego que lleva tiempo encendiéndose. Es la primera chispa de un equipo que, después de caer más bajo que nadie, por fin está empezando a elevarse.

Pero Detroit —la ciudad, la franquicia, su gente— siempre ha sido una excepción en un mundo obsesionado con la inmediatez.

La Detroit fénix.
La Detroit que se levanta cuando todos la dan por muerta.
La Detroit que construye desde lo que queda, aunque sea solo ceniza.

Y estos Pistons —este núcleo joven, criticado, cuestionado, subestimado— están empezando a escribir una historia paralela: una historia de resurgimiento, paciencia y carácter. Una historia que pide tiempo, no atajos. Trabajo, no ilusiones vacías. Futuro, no soluciones de pánico.

Porque lo que está brotando ahora en Detroit no es un simple destello: es un motor que por fin vuelve a encenderse. Es la primera chispa de un equipo que, en la cuna de la Motor City, tras haber caído más bajo que nadie, empieza al fin a acelerar su regreso.

Y, sin embargo, todos ellos —Cade, Ausar, Duren, Stewart, Ivey y Sasser— estuvieron ahí. Todos cayeron. Todos sangraron. Todos fueron cuestionados… Y todos volvieron a levantarse.

A Cade no lo criticaron: lo persiguieron. Le exigieron ser salvador desde el primer día, como si la reconstrucción fuera un truco de magia y no un camino lleno de escombros. Le llamaron “bust”, le reprocharon cada derrota, le culparon por un proyecto que acababa de nacer. Y lo más difícil: tuvo que cargar con ese peso mientras el equipo se hundía en la tormenta de 28 derrotas.

Pero Cade no gritó. No respondió con soberbia. No exigió salir. Hizo lo que hacen los líderes de verdad: sostuvo, escuchó, aprendió y maduró. Y hoy, en medio de las 13 victorias consecutivas, su presencia es un faro: la calma, la visión, la brújula. El jugador que muchos dudaron merece —por fin— el respeto que nunca debieron negarle.

Ausar no solo enfrentó dudas; enfrentó un abismo real. Una lesión grave, inesperada, una amenaza silenciosa: una trombosis que detuvo su ascenso y lo obligó a mirar a la fragilidad cara a cara. Para cualquier joven, habría sido un golpe emocional devastador. Para muchos, un obstáculo imposible de superar.

Pero regresó. Regresó más fuerte físicamente, pero sobre todo mentalmente. Regresó con una energía que incendia el parquet, con una defensa que cambia ritmos, con un instinto que parece haber crecido en medio del miedo. Regresó como regresan los que entienden que cada día en la cancha es un regalo. Y su presencia hoy es chispa, intensidad, vida.

Duren siempre tuvo el cuerpo, pero no siempre tuvo la estructura. Era criticado por no saber defender, por no posicionarse bien, por no leer el juego atrás. Se le acusó de ser solo músculo sin orden, solo potencia sin control.

Pero Duren trabajó.
Pulió.
Estudió.
Escuchó.
Y se transformó.

Hoy es una fuerza interior que no solo intimida: sostiene. Es la torre que antes vacilaba y ahora se planta, la defensa que antes se rompía y ahora se impone. Todavía joven, todavía creciendo, pero ya imprescindible. Otra pieza del fénix que ha aprendido a extender las alas.

Stewart siempre fue corazón y fuerza, pero lo redujeron a un rol: “solo un enforcer”. Un jugador físico, emocional, intenso… pero limitado, decían. Solo músculo. Solo carácter.

Lo que ignoraron es que Stewart estaba evolucionando en silencio. Que su defensa era técnica, no solo pasión. Que se convirtió —dos temporadas consecutivas— en uno de los mejores protectores del aro por minuto de la liga. Que su impacto se siente antes de que toque el balón.

Y aún hay algo más que nunca entendieron: que cada noche, con apenas 6’8”, se planta frente a gigantes de siete pies sin retroceder un solo paso. Que vive en un duelo perpetuo de David contra Goliat… solo que en su historia, el pequeño no necesita milagros: le basta la ferocidad, la técnica y ese corazón descomunal que bombea como el mejor motor de la Motor City.

Stewart es el símbolo más puro de este equipo: el jugador que no pide foco, que no pide elogios, que simplemente sostiene. El que muerde cada posesión como si fuera la última. El que encarna la identidad de Detroit más que nadie.

Ivey tenía el explosivo talento para romper defensas, pero fue el cuerpo quien lo traicionó. Una grave lesión de peroné, una intervención posterior en la rodilla, meses de incertidumbre, un camino de rehabilitación que duró 325 días. Un año entero sin poder demostrar quién era. Un año viendo al equipo sufrir, queriendo ayudar y sin poder hacerlo. Un año enfrentándose al silencio, al dolor y a la duda.

Pero Ivey volvió. Y no volvió para ser el mismo: volvió para ser mejor. Solo le hace falta tiempo. Paciencia.

Y luego está Sasser. Estuvo en aquel invierno de 28 derrotas, sintiendo el peso sin tener aún un rol que lo protegiera. Estuvo aprendiendo desde la sombra, absorbiendo la dureza de la liga a base de minutos irregulares, de responsabilidad limitada y de una presión que no siempre se ve desde fuera.

Y hoy, mientras el equipo renace con 13 victorias consecutivas, Sasser continúa peleando contra su propio obstáculo: una lesión en la cadera que lo mantiene sin debut, sin escaparate, sin oportunidad de demostrar lo que puede aportar. Un jugador atrapado en esa parte del proceso que nadie aplaude: la paciencia forzada, la espera silenciosa, la rehabilitación que se hace en soledad.

Los Pistons no merecen destellos pasajeros. No merecen soluciones rápidas ni atajos que rompan lo que se ha construido con dolor, sudor y paciencia. Sería ir contra natura.

Este núcleo joven, estos veteranos entre comillas, y la afición que ha sufrido y esperado… todos han creado algo que va más allá de victorias o derrotas: una familia, un espíritu, un vínculo que no se compra ni se reemplaza. Y que hemos tardado en ver desde que Billups y cía ganaron el último anillo y nos ilusionaron durante un lustro. “Nunca hay que subestimar el deseo de un equipo.” Esa fue la frase de Chauncey Billups y Ben Wallace tras ganar el título de campeones de la NBA en 2004. Aquel noviembre del 2008 donde Joe Dumars destrozó nuestros corazones al traspasar a Billups.

Los Pistons no necesitan atajos (traspasos —de momento—): necesitan tiempo para templar su acero, para que sus jóvenes se forjen junto a los que los guían, para que cada engranaje encuentre su ritmo. Van a fallar, van a tropezar… pero así es como se construyen las dinastías auténticas. Porque lo que está naciendo aquí no es un proyecto cualquiera: es un resurgir, un retorno digno de la ciudad que inventó motores y enseñó al mundo a levantarse después de cada golpe.



sábado, 15 de noviembre de 2025

La Manada de Detroit: “The D-J.I.T. Pistons”

En el baloncesto, algunos jugadores ascienden a través de caminos de flores y llenos de focos, otros en cambio, emergen desde rutas sinuosas, impulsados por la persistencia y el espíritu de superación. Durante este artículos os introduzco a cuatro jugadores de los Detroit Pistons que quizás no conocieras bien y que tienen un rasgo en común, los cuatro jugadores fueron undrafted. Las siglas D.J.I.T. = Detroit Just In Time hacen referencia a las iniciales de cada uno de los cuatro protagonistas del artículo que vamos a conocer a continuación:



Dallas lo vio nacer, Detroit lo ve brillar

La historia de Daniss Jenkins es la de un joven de Dallas que aprendió a destacarse lejos del ruido, que no dejó que la etiqueta de "pasar desapercibido" definiera su destino, Hoy sus pasos resuenan en Detroit y en toda la NBA. Daniss es un base de 1,93 m nacido en Dallas (17 de agosto de 2001), creció en un entorno humilde donde el deporte, mas que un pasatiempo, era una vía para avanzar- Sin provenir de programas de élite ni academias ultra competitivas, Jenkins se formó en los parques y gimnasios de barrio de la ciudad, dónde la dureza del juego callejero forjó su agresividad y su capacidad para leer el ritmo del partido.

Daniss viajó a través de sus cuatro años por cuatro universidades distintas, aunque a quien le debe su carácter en gran parte es a su último entrenador. Después del instituto comenzó su andadura universitaria en Pacific, donde fue parte del equipo y se ganó un sitio en el mejor quinteto de novatos de su conferencia. Luego pasó a Odessa College, continuó en Iona bajo Rick Pitino, y finalmente recaló en St. John’s para su año sénior universitario. En esa última campaña con los Red Storm, promedió 14,9 puntos, 5,4 asistencias, 3,5 rebotes, 1,6 robos, con un 44,6 % en tiros de campo y un 85 % en tiros libres; fue incluido en el segundo mejor equipo de la Big East.

Particularizando sobre sus dos últimos años con un gran coach como Rick Pitino, cuando éste asumió el control del programa de baloncesto de Iona, una de sus primeras decisiones tácticas fue apostar por un base capaz de ordenar el juego con madurez, consistencia y carácter. Encontró todo eso en Daniss Jenkins, un guardia con talento, pero sobre todo con una comprensión del juego que encajaba en la filosofía del veterano entrenador. Desde entonces comenzó una relación deportiva poco común en el baloncesto universitario actual: una dinámica construida sobre la exigencia extrema de Pitino y la capacidad de Jenkins para absorberla y convertirla en liderazgo.

Con el paso de los meses, Jenkins no solo se transformó en una pieza central del ataque, sino también en el jugador que mejor interpretaba los matices defensivos y el ritmo que Pitino esperaba. Para un entrenador que siempre ha privilegiado la disciplina táctica y el esfuerzo innegociable, tener un base que interpretara su sistema con fidelidad era una ventaja invaluable. Fue esa conexión deportiva —más que cualquier estadística individual— la que preparó el terreno para lo que vendría después.

Cuando Pitino anunció su salida de Iona para tomar las riendas de St. John’s, el movimiento de Jenkins fue inmediato. En un entorno donde el portal de transferencias mueve a jugadores según oportunidades de minutos, mercado o visibilidad nacional, la decisión de seguir a un entrenador suele ser señal de una relación deportiva excepcionalmente fuerte. Jenkins eligió acompañarlo, no por comodidad, sino por convicción: conocía la dureza del método Pitino, pero también los resultados y la confianza que le brindaba.

Ya en St. John’s, la relación se profundizó aún más. Pitino, fiel a su estilo, elevó la exigencia para todo el plantel y no dudó en señalar errores cuando era necesario. Sin embargo, cada vez que hablaba de Jenkins, sus palabras transmitían un respeto particular. Veía en él un jugador que no solo ejecutaba sus indicaciones, sino que también comprendía el espíritu competitivo que intentaba inculcar en el equipo. Jenkins, por su parte, asumió un rol de líder veterano, no solo encargándose del ritmo de juego, sino también mediando entre las expectativas del entrenador y la psicología del vestuario.

El base se convirtió en una extensión del propio Pitino dentro de la cancha: marcaba los tiempos, corregía a compañeros, fijaba el tono defensivo y representaba la intensidad que el entrenador quería imponer desde el primer día. Pero su rol no se limitó a lo deportivo. En momentos en que Pitino fue criticado por su estilo duro, fue Jenkins quien salió públicamente a contextualizar las palabras del entrenador, destacando que su dureza era un reflejo de su compromiso con el grupo y no una señal de distanciamiento.

Esa defensa pública, poco habitual entre jugadores universitarios, reforzó la percepción de que ambos habían construido algo más profundo que una simple relación entre entrenador y base titular. Era una sociedad. Una especie de pacto competitivo: Pitino le exigía al máximo, y Jenkins respondía con responsabilidad, entendimiento y entrega.

Con el correr de la temporada, la confianza mutua se hizo evidente en cada partido. Pitino delegaba decisiones clave en Jenkins; Jenkins asumía el liderazgo sin aspavientos, guiando al equipo en momentos de presión. La química entre ambos se transformó en uno de los pilares del resurgimiento competitivo de St. John’s, demostrando que, incluso en un deporte tan cambiante como el college basketball actual, las relaciones construidas sobre legitimidad, disciplina y respeto pueden marcar la diferencia.

A pesar de su rendimiento, no fue elegido en el Draft de 2024 de la NBA. Pero los Pistons creyeron en su voluntad y potencial: Jenkins firmó un contrato “two-way” con Detroit el 6 de julio de 2024. En la G League con Motor City Cruise destacó como anotador y pasador, promediando 21,2 puntos, 7,3 asistencias y 1,8 robos por partido. 

En este tramo reciente de la temporada donde las lesiones han atizado a la franquicia de la Motown, Daniss ha tenido la oportunidad de su vida, y realmente la está disfrutando y aprovechando. En 36 minutos promedia 20 puntos; 7,7 asistencias; 5 rebotes; 2,3 robos con un 56% en triples y la sensación de estar al mando y dirigir al equipo, en especial los dos últimos partidos siendo titular.

Desde Galicia, tierra de emigrantes, a Detroit: una travesía que forjó el ADN competitivo de Javonte Green

Javonte Green nació el 23 de julio de 1993 en Petersburg, Virginia. Creció en un entorno urbano donde el baloncesto era mucho más que un deporte: era una forma de vida y una vía de escape. Desde pequeño mostró un carácter competitivo, destacando en ligas locales y torneos escolares. Su estilo agresivo y físico en la cancha le valió rápidamente reconocimiento a nivel estatal, aunque no siempre fue considerado un prospecto de élite para la NCAA.

Durante sus años de instituto en Petersburg High School, Green fue conocido por su energía desbordante, defensa incansable y capacidad para impactar en el juego más allá de las estadísticas tradicionales. Su ética de trabajo y carácter competitivo se gestaron en estos años, cimentando la mentalidad “nasty” que hoy lo define.

Tras la secundaria, Green no recibió ofertas de beca de universidades grandes, pero su talento llamó la atención de programas más modestos. Inicialmente se incorporó a Fairfield University, donde comenzó a pulir su juego a nivel universitario. Su determinación y físico lo destacaron como un jugador capaz de asumir roles defensivos y de energía en cualquier equipo.

Posteriormente, Green decidió transferirse a Radford University, donde su juego explotó aún más. Durante sus años universitarios, se especializó en defensa, rebote y en la capacidad de intimidar al rival con su agresividad y velocidad. Sin ser un anotador prolífico, su valor en la cancha se vio reflejado en los elogios por su intensidad y versatilidad. Su perfil era el de un jugador incansable, con mentalidad de lucha constante, pero a pesar de ello, no fue seleccionado en el Draft de la NBA de 2015

No ser drafteado no detuvo a Green. En lugar de eso, tomó un camino menos tradicional: Se fue a Europa para comenzar su carrera como profesional. Y es que Javonte ha jugado en España, en el Pexifresco Marín (equipo gallego), posteriormente jugó en equipos como Pallacanestro Triste (Italia) y Ratiopharm Ulm (Alemania) donde demostró su intensidad y la mejora en su triple. Posteriormente volvió a EEUU de la mano de los Celtics, para pasar también por Chicago, San Francisco (GLeague Warriors), Pelicans, Cavs (con JB Bickerstaff) y finalmente aterizase por un mínimo de veterano en un movimiento excelente de Trajan Lagdon que está "restaurando" una cultura de la franquicia que tanto amamos los aficionados Bad Boys.

De las playas Hawaianas a la Motown

Tolu Smith nació el 26 de julio de 2000 en Bay St. Louis, Misisipi, aunque pasó parte de su adolescencia en Hawái, donde continuó desarrollando su juego. Desde pequeño, Smith mostró un físico privilegiado para el baloncesto: altura, fuerza y una envergadura destacable, que junto con su ética de trabajo le permitieron dominar en las categorías inferiores.

En Hawái, durante su último año de instituto en Kahuku High School, se destacó como uno de los mejores jugadores del estado. Su habilidad para combinar defensa, rebote y anotación le permitió liderar al equipo a buenas posiciones en torneos estatales. Sin embargo, a pesar de sus números y presencia física, no fue considerado un prospecto de primer nivel a nivel nacional.

Tolu Smith comenzó su carrera universitaria en Western Kentucky (Hilltoppers), donde mostró un gran potencial en la pintura y como defensor. Tras su primer año, decidió transferirse a Mississippi State, su estado natal, buscando mayor visibilidad y competencia más fuerte en la SEC, una de las conferencias más exigentes de la NCAA.

A pesar de su rendimiento universitario, no fue seleccionado en el Draft de la NBA, un reflejo de la saturación de talento y del perfil físico “no convencional” que algunos equipos pasan por alto.

En septiembre de 2024 los Detroit Pistons le dieron un contrato de pretemporada a Tolu Smith para finalmente cortarlo y firmarlo para su equipo de la GLeague los Motor City Cruise, en donde después de seis meses jugando bien, decidieron darle un contrato two-way en enero de 2025.

Del muelle de Washington a la ciudad del motor

Isaac Jones nació el 11 de julio de 2000 en Spanaway, Washington, un suburbio cerca de Tacoma. Desde pequeño, Jones mostró pasión por el baloncesto y un carácter competitivo, aunque no siempre tuvo acceso a las mismas oportunidades que otros prospectos de su edad. Creció en un entorno donde la disciplina y la responsabilidad eran fundamentales, y aprendió desde muy joven a luchar por lo que quería.

En el instituto, Jones jugó para Spanaway Lake High School, donde comenzó a destacar por su físico imponente, su capacidad atlética y su habilidad para anotar cerca del aro y rebotear. Sin embargo, su trayectoria no fue lineal: a pesar de su talento, no fue ampliamente reclutado por programas universitarios de alto perfil, y tuvo que buscar rutas alternativas para desarrollarse.

Tras graduarse del instituto, Jones enfrentó un desafío que pocos atletas profesionales conocen: durante un tiempo trabajó en un muelle de carga de tuberías de 9 de la mañana a 17 de la tarde, en una empresa de fabricación de metales de su zona. Este trabajo físico, agotador y repetitivo, implicaba levantar y mover piezas pesadas, cargar camiones y organizar materiales durante largas jornadas.

Lejos de desanimarse, esta experiencia forjó su carácter y resistencia física. El trabajo le enseñó la importancia del esfuerzo constante, la paciencia y la disciplina, cualidades que serían clave más adelante en su carrera deportiva. Según varios testimonios, esos meses entre tuberías y cargamentos hicieron que Isaac desarrollara una ética de trabajo extraordinaria, capaz de competir con cualquier jugador que hubiera pasado por rutas más convencionales.

Durante este periodo, un amigo cercano que conocía su talento y dedicación le sugirió probar suerte en un junior college, recomendándole contactar a Wenatchee Valley College. Gracias a esta recomendación, Jones asistió a la prueba y convenció al cuerpo técnico con su físico y su energía, logrando ingresar al programa universitario.

"Su historia es increíble, no he conocido a nadie mas humilde" decía el coach de WSU, Kyle Smith. "Recibíamos un pedido, yo lo empaquetaba y lo subía al camión para enviarlo. Definitivamente pensé que mi carrera de baloncesto había terminado" dijo Isaac Jones.

Los aficionados pueden ver la faceta de "atleta increíble" de Isaac Jones, pero cuando le preguntaron al coach  Smith ¿Qué lo convierte en un chico tan extraordinario? ¿Qué es lo que los aficionados no llegan a ver? ¿Quién es él cuando no está volando hacia el aro? 

Smith reflexionó unos instantes y comenzó a reír. “Aquí tienes un ejemplo: en Wenatchee Valley, llegaba una hora antes del entrenamiento, metía toda nuestra ropa en la secadora y se quedaba otra hora después para terminar de secarla.” 

¿Cómo un programa de trabajo y estudio? le pregunto el periodista a Smith: “No, no le pagaban por ello”. 

¿Por qué entonces? “Teníamos un par de gerentes que no estaban cumpliendo con su trabajo. Él sabía que alguien tenía que hacerlo.” 

¿Sin dinero? “Sin dinero. Nada. Él vio que había que hacerlo.” 

¿En serio? “Ese es el tipo de persona que es”. 

Un par de veces. ¿Un periodo corto, qué? “Durante dos años.”

En Wenatchee Valley College, Jones explotó su juego, promediando 18 puntos y 11 rebotes por partido. Su desempeño llamó la atención de universidades más grandes, y se transfirió a Washington State University, donde consolidó su estilo: defensa intensa, rebotes, anotación eficiente y liderazgo en la cancha.

Después de no ser elegido en el Draft de la NBA de 2024, Jones firmó un contrato two-way con los Sacramento Kings. Durante su primera temporada, repartió su tiempo entre la NBA y la G League. En la G League tuvo un rendimiento muy fuerte: promedió 21,1 puntos, 10 rebotes por partido. on ese nivel fue incluido en el All‑G League Third Team. Además, los Stockton Kings ganaron el campeonato de la G League. Su contrato two-way fue convertido a un contrato estándar con los Kings en marzo de 2025.

En noviembre de 2025, los Pistons reclamaron a Isaac Jones vía waivers tras ser cortado por los Kings.

Podremos sacar como conclusión que la cultura “blue collar” en la NBA se caracteriza por la ética de trabajo, la disciplina, el sacrificio y la constancia por encima del talento brillante o los números espectaculares. Es la filosofía que prioriza el esfuerzo colectivo, la defensa física, la intensidad y la resiliencia: básicamente, hacer el “trabajo sucio” que permite al equipo ganar, aunque no siempre sea glorioso. Históricamente, esta mentalidad se ha identificado con los Detroit Pistons, sobre todo en la era de los Bad Boys, donde la dureza, la disciplina y la mentalidad obrera eran sello del equipo y reflejo de la ciudad industrial que representaban.

En el caso de Daniss Jenkins, Javonte Green, Tolu Smith e Isaac Jones, podemos ver cómo la cultura blue collar se manifiesta hoy en Detroit: todos provienen de entornos humildes, con trayectorias no convencionales, y se formaron en situaciones donde el esfuerzo, la adaptabilidad y la resiliencia eran indispensables. Ninguno fue estrella absoluta desde joven, pero todos trabajaron intensamente para desarrollar habilidades clave como liderazgo, defensa, control del ritmo del juego y capacidad de sacrificio en la cancha.

Trajan Langdon y JB Bickerstaff están influyendo directamente en este resurgimiento de la cultura blue collar en los Pistons. Langdon, como ejecutivo, prioriza jugadores con ética de trabajo, carácter competitivo y mentalidad de equipo sobre el talento puro, apostando por perfiles que encajan en la filosofía histórica de Detroit. Bickerstaff, como entrenador, refuerza estos valores dentro de la cancha, enfatizando la defensa, la intensidad, el liderazgo colectivo y la ejecución disciplinada del juego. La combinación de ambos —una mirada estratégica en la gestión y otra táctica en el día a día— está ayudando a restaurar la identidad del equipo: jugadores que encarnan la dureza, la consistencia y el compromiso de los Bad Boys, pero adaptados al baloncesto moderno.

Detroit está reconstruyendo su ADN blue collar ("Nasty Dogs"): no se trata solo de ganar partidos, sino de fomentar un estilo de trabajo y un carácter colectivo que refleje la identidad histórica de la franquicia.

¿Y alguno desconocerá el término Blue Collar? Seguramente sí, vamos a dar una pequeña pincelada para finalizar el artículo.

Detroit ha sido históricamente una ciudad industria, el corazon de la industria automotriz de los EEUU, gran parte de la población tabajaba en las fábricas de Ford, Gm or Chrysler entre otros, a esta gente se les llamaba trabajadores blue collar.

Blue collar → trabajadores manuales / industriales / obreros.

White collar → trabajadores administrativos / profesionales / oficinistas.

El equipo de los Detroit Pistons llamado Bad Boys tenían un juego físico, rudo, intenso, con un glamour especial derrotando a grandes estrellas como Jordan, Bird y Magic gracias a esta cultura de esfuerzo y trabajo que se identificaba con las personas de la ciudad.

La prensa y los fans comenzaron a llamar al equipo “blue collar” porque reflejaba la ética de trabajo dura de Detroit: jugadores que se esforzaban, peleaban cada balón y no dependían del talento individual brillante, sino del esfuerzo colectivo y la resistencia física.


martes, 4 de noviembre de 2025

"La precisión de un preparador español al servicio del motor físico de los Detroit Pistons"

Probablemente lo desconocías pero los Detroit Pistons tiene un toque español (mas concretamente de Zaragoza) que aporta su granito de arena a esta organización. Se trata de Rodrigo Alvira actual integrante del staff de rendimiento de los Detroit Pistons. Lo primero de todo agradecer a Rodrigo que pudiera haber sacado 5 minutos debido a que con la temporada empezada es muy complicado sacar un hueco para alguien e incluso mas por atender a alguien tan "random" como es este blog.

La carrera de Rodrigo Alvira Isla representa la convergencia entre conocimiento académico y aplicación práctica en el deporte de élite. Fundador de Spaniard Performance y actualmente integrante del staff de rendimiento de los Detroit Pistons, este preparador físico español ha llevado su enfoque científico y meticuloso desde los laboratorios y gimnasios de España hasta los exigentes escenarios de la NBA.

¿Cómo terminaste trabajando para los Detroit Pistons?

"Llegue a Estados Unidos en 2014 porque vine a jugar en la universidad y a partir de aquí estuve estudiando, estuve jugando, después estuve en Dubai un tiempo después de haber acabado la carrera y me volví a seguir trabajando a EEUU. Entonces me las ingenie como pude para seguir trabajando en universidades con visados de estudiante a la vez que estudiaba mis master y trabajaba con ellos me pagaba los estudios y un pequeño salario así que durante aproximadamente cinco años estuve haciendo eso hasta que comencé en un centro privado y estuve haciendo mis propias cosas con mi web Spaniard Performance y que me permitió sustentarme cuando los trabajos no eran tan buenos y a partir de ahí legó una oportunidad en 2023, no perdona en 2024 que fue trabajar con el equipo de la liga de desarrollos (Motor City Cruise). Llegué a través de muchos contactos, de haber echo muchos compañeros y de haber conseguido un visado como el premio de trabajar a tiempo completo ya que bueno, que te de un visado para toda la vida es completo. Sobre todo para una posición como la mía Entonces empecé a  trabajar en la liga de desarrollo y a partir de ahí luego ya pase a la NBA a tiempo completo y aquí estamos."

Rodrigo, tercero por la izquierda en la fila que están de pie.

¿Cómo influye el calendario NBA con tanto partido y viaje casi sin poder entrenar en la planificación del trabajo de fuerza, movilidad y recuperación?

"Sobre cómo influye pues la verdad es que es una manera bastante peculiar porque no puede compararse al resto de ligas por la densidad competitiva, entonces la mayoría de los entrenamientos dentro de temporada los mas intensos se realizan después del partido. El volumen de trabajo y la intensidad de trabajo son bastante reducidos normalmente porque la pista ocupa la gran parte del volumen y trabajo de estas jugadores tienen que hacer uy nosotros intentamos suplementar su trabajo. Cada uno es un trabajo individual dependiendo de la cantidad de minutos que juega, de las necesidades que tienen y se van metiendo este pequeño trabajo cuando se puede. También depende de las preferencias individuales de cada uno. Así que bueno, al final no tienes ningún día libre casi, Y los días libres que tienes pues tienes que trabajar con ellos aparte. Porque son los únicos momentos que se pueden encontrar para trabajar muchas veces. Así que bueno, se encuentras maneras, pero es la manera de trabajar en hacer una sesión muy diferente. Fuera de temporada cambia, ya que tenemos mucho mas tiempo y mas capacidad de meter trabajado pero en temporada nos organizamos así."

¿En los últimos años ¿Qué innovaciones tecnológicas, tratamiento o metodológicas han cambiado de maneras significativa el enfoque de tu trabajo?

"Pues la verdad es que cada vez he tenido acceso a mas tecnología sobre todo aquí al llegar a la NBA con la capacidad de gasto que tenemos casi ilimitada. Entonces tenemos absolutamente todo lo que podríamos tener pero realmente  la tecnología no ha cambiado mi manera de hacer las cosas. La realidad es que de haber trabajado desde abajo, es decir empezando con niños pequeños, empiezas con pocos recursos es lo que me ha permitido a mi saber trabajar con muchos recursos, es decir saber aprovechar  algo cuando se tienen muchos recursos. El haber trabajado con poco hace que de poco hagas mucho y cuando tienes mucho haces muchos mas que cualquier otra persona que no haya estado acostumbrado a trabajar, Es un poco como todo en la vida. Yo lo veo así, que si aquellas personas que han aprovechado situaciones de escasez o situaciones en la que los recursos eran pocos en la vida, después cuando tienen muchos recursos pues tienen mas herramientas para crear muchísimos mas. Entonces es un poco así. La tecnología no ha cambiado realmente mi manera de ver las cosas, la ha profundizado me ha permitido explicar las cosas con mas detalle y comunicarme mejor. Sobre todo con personas que sustentan un poder diferente a la hora de tomar decisiones y de convencer pero a la hora de practicar mi trabajo lo único que cambia es la persona que tengo delante y el deportista con el que trabajo y las necesidades que tienes."

¿Qué métricas o datos consideras mas importantes para evaluar la carga física y prevenir lesiones en un jugador NBA?

"Acerca de prevenir lesiones, la verdad es que la realidad de prevenir lesiones es imposible y mas en la NBA con las cargas que se manejan y teniendo en cuenta que el jugador tiene que jugar, ya que su dinero depende de ello, sus contratos, por lo tanto nosotros hacemos lo mejor posible para que su carga este bien distribuida y controlada. La tecnología nos ayuda mucho a conocer estas cosas, tanto en el estado del deportista como la cantidad de carga que tienen pero también nuestra intuición es importante. La intuición del entrenador y la del deportista. A nivel de tecnología pues la tecnología GPS la utilizamos constantemente para contener la carga tanto en partido como en entrenamiento y a partir de ahí creamos una serie de ratios y una serie de información que nos da la cantidad de trabajo individual que ese deportista es capaz de manejar. Y en el momento en que se para o está por debajo sabemos que tenemos que meter mas trabajo, mas recuperación o hay que descansar un poco mas."

Agradecer nuevamente a Rodrigo su disponibilidad, ojalá en postemporada pudiéramos tener una charla mas extensa, pero es un placer poder charlar con alguien que está dentro de la NBA y encima en tu equipo. Podéis seguir a Rodrigo en cualquiera de sus Redes se le puede ver con el equipo en especial en la de Instagram. Sin mas, espero que hayas disfrutado. Saludos.